A Muerte y Luis. Nos vemos donde siempre ;-)
Diez Años
Diez años de habitaciones de hospital y capitales europeas
diez años de aulas, de barras de bar, de salas de espera
de oficinas y pasillos de universidad, de jefes calvos con coleta
diez años y, durmamos donde durmamos
los chicos de barrio seguimos en el barrio
sin querer poder o sin poder querer escapar
del chantaje emocional de nuestros familiares
hablando con los árboles de la enfermedad de nuestros padres
que ya es nuestra puta enfermedad
Diez años de amigos que siguen ahí
y de perretes traicioneros
que se van suciediendo como páginas de cuaderno
Diez años de niñas bien de Majadahonda o de las Rozas,
o de Sevilla o de París o de Taipei o de Pamplona
que nos dieron conciencia social al rompernos el corazón
o al rompérselo nosotros y ver cómo nos olvidaban
en cuanto papá les compraba otro cachorro
Diez años y María, la vecina cañón, se ha puesto gorda
y aunque sigue siendo guapa ya no sonríe igual
quizá porque aquel soplapollas ya no viene a buscarla
en un Renault Megáne amarillo
Diez años y todo es igual de distinto
renace, revienta, renace, revienta, renace
hasta que pierdas la cuenta de los esqueletos
que tienes en el armario y de los labios
que te han moldeado el torso en una
absurda curva de la felicidad
Diez años desde que tuvimos que crecer de golpe
y ya no hemos podido cambiar mucho más
porque el mundo se hace cada vez
más y más pequeño,
mientras revisamos nóminas
mientras revisamos sueños y reservamos vuelos
diez minutos, diez siglos tratando de escapar
y hemos llegado tan lejos que la vida
nos lanza de vuelta como una goma elástica
al banco del parque
Diez años y el hedor a última oportunidad
y la necesidad acuciante de demostrarnos
a nosotros mismos
que NO estamos andando en círculos
que bailamos en espiral y seguimos brindando
antes vasos de plástico, ahora copas de cristal
y ya no eres un chaval
Diez años, tío, diez años...
Ya es hora de largarnos.
Diez años de habitaciones de hospital y capitales europeas
diez años de aulas, de barras de bar, de salas de espera
de oficinas y pasillos de universidad, de jefes calvos con coleta
diez años y, durmamos donde durmamos
los chicos de barrio seguimos en el barrio
sin querer poder o sin poder querer escapar
del chantaje emocional de nuestros familiares
hablando con los árboles de la enfermedad de nuestros padres
que ya es nuestra puta enfermedad
Diez años de amigos que siguen ahí
y de perretes traicioneros
que se van suciediendo como páginas de cuaderno
Diez años de niñas bien de Majadahonda o de las Rozas,
o de Sevilla o de París o de Taipei o de Pamplona
que nos dieron conciencia social al rompernos el corazón
o al rompérselo nosotros y ver cómo nos olvidaban
en cuanto papá les compraba otro cachorro
Diez años y María, la vecina cañón, se ha puesto gorda
y aunque sigue siendo guapa ya no sonríe igual
quizá porque aquel soplapollas ya no viene a buscarla
en un Renault Megáne amarillo
Diez años y todo es igual de distinto
renace, revienta, renace, revienta, renace
hasta que pierdas la cuenta de los esqueletos
que tienes en el armario y de los labios
que te han moldeado el torso en una
absurda curva de la felicidad
Diez años desde que tuvimos que crecer de golpe
y ya no hemos podido cambiar mucho más
porque el mundo se hace cada vez
más y más pequeño,
mientras revisamos nóminas
mientras revisamos sueños y reservamos vuelos
diez minutos, diez siglos tratando de escapar
y hemos llegado tan lejos que la vida
nos lanza de vuelta como una goma elástica
al banco del parque
Diez años y el hedor a última oportunidad
y la necesidad acuciante de demostrarnos
a nosotros mismos
que NO estamos andando en círculos
que bailamos en espiral y seguimos brindando
antes vasos de plástico, ahora copas de cristal
y ya no eres un chaval
Diez años, tío, diez años...
Ya es hora de largarnos.
Agridulce...
ResponderEliminarLo de "niña bien" te lo siembras en el horcate. Acabáramos.
ResponderEliminarSembrado queda. Riégamelo, ¿eh?
ResponderEliminarObsceno.
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