sábado, 25 de diciembre de 2010

Mi Casa


"¡Fuera de mi puta casa!", te dije.


Pero no te largaste.


Te quedaste.


Te quedaste

depilándote

tras el azulejo suelto

del cuarto de baño.



Te quedaste

en la última balda de la nevera,

encima de las manzanas,

justo al lado de los yogures

que empiezan a caducar.



Te quedaste

leyendo debajo de la almohada,

y ya no pude dormir

porque necesitabas

tener la luz encendida.



Te quedaste

de pie, riéndote

de mi manera de planchar.


Te quedaste

llorando,

sentada en el retrete

sin dejarme entrar

a consolarte

o hacerte reir.



Y no te quedaste sola.

Se quedaron tus secretos


en mi ordenador.

Se quedó tu silueta

desnuda

en el espejo

frente al armario.

Se quedaron tus gritos

y tus insultos,

resquebrajando las paredes

como manchas de humedad

y agujeros de bala.


Te quedaste en la minicadena,

cantando con Lou Reed,

con Trent Reznor

con Quique González.



Te quedase en la pantalla del televisor,

follándote a Brad Pitt

sin que yo pudiera

detener la reproducción

sin que yo pudiera

dejar de mirar.



Te quedaste

en el cajero de enfrente,

dejándome dinero

para comprarle un regalo

a tu hermano.

Te quedaste en el sofá,

abrazada a mí,

cada vez que me tumbo.



Te quedaste en la ventana,

y cada vez que la abro

tu olor entra a por mí.

Te quedaste en la bombilla fundida

que querías que cambiara.


Te pedí que te largaras de mi casa.


Y mi casa se largó.



lunes, 13 de diciembre de 2010

Allez


Después de todo quizá el sexo no era tan importante, me decía a mí mismo sin hacerme mucho caso. Ella, durante las primeras semanas, era un mueble, y yo no lo soportaba; sin embargo lo que al principio tomé por un despliegue de pereza y egoísmo y una falta de deseo francamente molesta (que no de excitación, lo que casi lo hacía peor), resultó ser una amalgama de timidez, reserva y tranquilidad que se fue disipando con el tiempo.


El miedo a que en ese terreno fuera peor que mi última amante reincidente no me permitía apreciar la diferencia: el placer ya no era urgente. Su presencia en cada mañana y cada tarde hacía innecesario incendiar cada noche como si nos fuera la vida en ello. Me corría menos veces pero los orgasmos eran más largos e intensos y con el tiempo llegamos a sincronizar el final y, finalmente, a que el final no importara; los finalistas son segundones. Después de compartir el clímax, sin embargo, y por joder después de joder, a menudo le reprochaba con una sonrisa "Me estás haciendo viejo".


La verja lingüística nos permitía comunicarnos a trompicones, y aunque ninguno entendía el idioma materno del otro, nos encantaba abandonar nuestro oído a aquellos exóticos galimatías. "Come on, tell me a dirty story in Spanish. The one about the bus. Alleeeez!".
La caducidad inminente de nuestra relación ayudaba también a mantener nuestros secretos a salvo de absurdos impulsos posesivos. Y así, en conjunto, era aquella extraña comunicación nuestra una de las más honestas y extrañamente apropiadas de todas las que se han dado jamás entre dos amantes.


Una vez conquistada y en la desnudez del juego, sus defectos y virtudes hicieron las paces en mi cabeza; desmonté su perfección sin darme cuenta y detrás encontré escondida la belleza.


¡Ah! Y además follaba bien.


miércoles, 1 de diciembre de 2010

No Mates Al Malo


Cuando se acabe la película
No mates al malo
Salva a la chica, desactiva la bomba
Haz un chiste y vete a casa,
Deja caer los créditos

Pero nunca mates al malo

Al tipo que se cargó a tu compañero
Para que nadie te eclipsara,
El que asustó a la rubia
Que buscó refugio en tu cama,
Que te explicó su plan
Con paciencia de padre
Porque, ya te vale,
Aún no lo entendías

Despertó tu furia y salvaste el día
Dejó que le pegaras
Y sonríe todavía,
Te dio una función, te dio una salida
Le dio un sentido a tu ira,
y está dispuesto a volver,
Si es menester, con la frente marchita,
Para que sigas siendo el protagonista
y te montes otra puñetera película.

Puedes matar a la chica,
Que se tira el productor
Líbrate del cómico,
Siempre fue un pésimo actor
Quema el escenario, el atrezzo, la claqueta
O escupe al espectador,
Pero nunca, jamás mates al malo.
Le debes
hasta la última bala del cargador.