miércoles, 4 de abril de 2012

Fernando Fernán Gómez


Hoy me he levantado cabreado de la siesta
no me lo tengáis muy en cuenta,
pero me he levantado encabronado de la siesta

Hoy tan solo quisiera
mandarlo todo a la mierda

A la mierda Madrid

A la mierda los hinchas de fútbol, gritándole al televisor y dándose de hostias por el color de una camiseta mientras les podan sueldos, derechos y libertades.

A la mierda los adolescentes de treinta palos con complejo de Peter Pan, de Campanilla y de Capitán Garfio.

A la mierda los frikis que nunca aprendieron a dibujar como Dios manda y se convirtieron en flasheros gafapastas, tratando de ligar por la Latina utilizando un sentido del humor prestado y referencial.

A la mierda las pijas de excursión por Lavapiés y Malasaña. A la mierda las putitas perroflautas de papá que confunden un porro con la libertad y el amor libre con el sexo aleatorio.

A la mierda los profesores universitarios que miran las fichas de clase de sus alumnas como si se tratara del menú diario de un restaurante barato.

A la mierda el miedo que nos ha lanzado de cabeza a esta destransición, a darle las llaves del coche a una derecha feroz y ebria de fracaso ajeno a la que hemos permitido que nos robe la sanidad, la educación y hasta el derecho al pataleo.

A la mierda los políticos cínicos que han logrado que tengamos asumido que volverte un hijo de puta codicioso es de esperar, e incluso lo normal, en cuanto alcanzas un puesto de responsabilidad; o que veamos a Baltasar Garzón como el mal menor y el único cabrón que tuvo media oportunidad de lavarle la cara y el culo al sistema.

A la mierda los sindicatos, los perros policía y los revolucionarios jóvenes castores que se vuelven a casa de sus padres a ver cine de autor en cuanto se marchan las cámaras y se han hecho cuatro o cinco fotos para sus perfiles en redes sociales.

A la mierda esos soplapollas a los que les gusta más ser poetas que escribir poemas. A la mierda los pañuelos, los chalecos y los sombreros, a la mierda los labios rojos y las transparencias. Chica, muchacho, lo que has leído nos ha encantado porque NADIE TE ESTABA ESCUCHANDO, porque no hay nada más molesto que una palabra cargada de magnesio que nos alumbre por un momento lo suficiente para obligarnos a enfrentarnos con lo feos que estamos cuando nos hacemos los interesantes delante del espejo.

A la mierda los iResponsables de recursos humanos y las entrevistas de trabajo con dinámicas de grupo en las que lanzan a doce estudiantes de doctorado a una isla desierta para que se maten unos a otros por dos puestos de dependiente en unos grandes almacenes.

A la mierda los jubilados que me deprimen arrastrando su dignidad a pasitos cortos, preguntándose si llegarán a tiempo al baño del bar y ocultando cigarrillos que se fuman nerviosos a escondidas cuando se sienten a salvo de los consejos médicos y el amor de sus mujeres. Con el debido respeto, señores, dice la tele que no hay dinero para sus pensiones, ¡Muéranse como hombres de una puta vez!

A la mierda las señoras que echan la mañana buscando filas en las que colarse para montarle pollos a las cajeras inmigrantes.

A la mierda el amor; después de tanta película tonta, tanto tonteo por internet y tanta discoteca de mierda nos hemos vuelto demasiado imbéciles y flojos de espíritu para que nos salve.

A la mierda yo, incapaz de adaptarme pese a tanto análisis pretendidamente implacable; incapaz asímismo de mantenerme limpio y al margen de lo que critico. Me tengo bien merecido todo lo que me pase mientras corro como pollo sin cabeza por los aeropuertos y las calles cargado con cuentos de William Gibson y poemas de Ángel González, buscando una mujer buena que me aguante y cuatro euros para ron, discos y tebeos.

Sí, a la mierda Madrid y la bola de barro que tiene por afueras, hoy tan solo quisiera mandarlo todo a la mierda, mandaros a la mierda a todos, de verdad que me encantaría, ojalá supiera rendirme y perdiera la fe en mí y en vosotros, ojalá no me importaran aún algunas cosas lo suficiente, qué coño, ojalá no me importara todavía todo tanto... pero me importa. No puedo ni quiero que sea de otra manera.

Así que dime, ¿Hacemos algo? ¿Moveremos un dedo por nosotros mismos, por la polis, por los versos, el amor, los jóvenes y los jubilados? ¿O nos cogemos de la mano y nos vamos a la mierda?


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